01 agosto, 2016

Exploración sobre la melancolía



Así como la sucesiva progresión en el levantamiento de peso de los deportistas que practican la halterofilia, así me ejercito con la escritura. Bienvenidos y espero que comenten, pueden escribirme al correo si gustan

¿Cuanta melancolia está dentro?

  
Ahora mismo el vaivén de este bus me resulta enternecedor, me digo, tienes tiempo, puedes escribir aunque las letras te salgan algo chuecas, aunque la retina probablemente se desprenda como hoja de celofán si insistes.Y es que no hay nausea, no hay vértigo,  en este bus intermunicipal destartalado, solo el olor amplio de la tierra recién mojada, el cuaderno en mis piernas, el dolor menstrual en mi abdomen.
 
Tanto es la sensación de tiempo gastado que las horas aparentemente muertas del  tedio resultan ser el verdadero motor de una vida, y aquí estoy, si es que se me permite esa conjugación pues ando estando, en el sentido más estricto.

Observo  a la mujer que lleva a la niña de rizos negros, al chico de doce años que trata de ocultar en una  bolsa de papel lo que parece ser un pájaro, veo su respiración fingida, las manos que sudan, el mordisqueo impaciente de sus labios, que lleguemos pronto, imagino que piensa, que lleguemos pronto. A mi lado una matrona cartagenera, un olor rancio de entre sus axilas, una bolsa de caramelos entre sus piernas, sabe bien cual es el propósito de su viaje.

Yo, no lo tengo seguro.

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