23 marzo, 2016

microrelato

         

      Amor materno

     Una mujer termina de revisar las puertas  -Se asegura que ninguno por los que teme pueda salir- revisa lo que va a ser del desayuno de mañana, una sucesión de alimentos que pretenden paliar las tristezas: Chocolate, pan, arsénico.



16 marzo, 2016

NARRACIONES CON DESTINATARIO


La intención inicial de esta nueva entrada fue de hacer una serie de recopilaciones de cartas que  no he enviado y no enviaré nunca, el motivo radica en que no quiero enviarlas, ya que tienen un destinatario concreto pero mutable. En realidad, llamarlas en el sentido estricto cartas es un desacierto, ya que no tienen destinatario  y tampoco se dan noticias: se vomita todo un soliloquio interno qué pretende darle a conocer más de mi a ese otro que me ignora: me amplio, me desconoce, osea son un intento de que el otro me conozca, pero termino en la parábola de que soy yo la que se encuentra...

08 de marzo 2016

Querido :

Tengo la sensación que siempre he estado escribiéndote, que todas las tardes a eso de las cuatro cuando la luz del sol empieza a apagarse sosegadamente te escribía y aún hoy te escribo; pongo una palabra después de otra y en poco tiempo tengo toda una frase, un orden lógico, coherente, meticulosamente escrito. En ocasiones me parece una locura, como es eso de escribirle a alguien que no está y que antes no estuvo, pero así me pasa y no sé cómo resolverlo sino escribiendo, puede que pase el tiempo y termine haciéndome a un diario, pero no tendría objeto porque al final no estaría escribiéndome a mi sino a ti.

Hoy  me levanté temprano, fui como de costumbre a estrellarme con el mar, a que me decantara, tanto escribirte ya ves que me tiene exhausta e insana, así pasé un tiempo que no es necesario precisar, las olas me acurrucaban, estaba siendo lamida por una luz límpida, impoluta, el rumor del mar que me invadía y la sensación de absolución cuando te dejas arrastrar por el movimiento constante y sensible de toda esa anchura inmensa. Increíble. Luego pasearme por la playa con los pies descalzos, sentir como soy arena y sal, reír desde mi día. En esas estaba cuando me encuentro una bolsita de un rosado fosforescente, trato de describirlo mejor: un animal como fragata de un rosado neón que va progresando a un azul también neón y que se extiende en unas líneas también azules, comprendo que es una medusa: la belleza siempre ha de ser mortal.

La pulsión inicial cuando la veo toda abandonada es determinar si aún sigue viva, por un instante pienso tomarla entre mis manos y llevarla al mar para que reaccione, luego me contengo, por algo es que le dicen aguamala y busco un palito para poder manipularla con delicadeza sin que acércame a ella signifique un peligro. Nada. La introduzco en el mar suplicando y no se mueve. Una sensación de desasosiego me inunda, pobrecita. No sé muy bien porque pero luego  hago un huequito en medio de la playa,  y en eso un hombre negro mayor se me acerca, y me dice que es lo más de sensato, joven, lo que está usted haciendo que esas cosas pican duro y que no vaya a ser que algún niño que se la encuentre se lastime,  vaya el pobre hombre a saber que yo no pensaba en los niños ni en los bañistas  sino en la pobre aguamala que abandonada a su suerte había terminado muriendo así de desnuda en la playa. Llego a casa,  veo el periódico, hay una alerta a todos los bañistas de Cartagena, un titular que reza “Alerta, Alerta en playas de Cartagena por presencia de Carabela Portuguesa” me encuentro fascinada, carabela portugesa, me repito mil veces, carabela, caravela, carabela, portugesa. Esa pequeña bolsa fosforecente ha viajado miles de kilómetros desde Portugal y ha venido a encontrarse conmigo; a cazado a peces verdes, azules, rojos, y hoy me ha regalado la Muerte bella en la playa. Ulula el viento en esta casa de playa y me encuentro feliz por un instante, recuerdo los versos de Rimbaud de siempre, concluyo que la belleza no es solo amarga sino que  arde doblemente.


Jazz

16 de marzo 2016

Amor mio:

Sigues empecinado en no ser un personaje, a cada rato te conjuro a ti y a tus palabras , pero tus besos me acechan por las noches, tu sexo se mete en el mio, humeante, y encuentro pestañas tuyas debajo de mis senos. Amor mio, amor mio, amor mio, ¿Por qué este recordarte continuo si tengo el mar y la playa? ¿Por qué este leer para ti en voz alta? ¿Por qué este escribirte siempre, todo el tiempo?

Guardo pedazos de vida para contarte. Hay una nueva cicatriz que no conoces y me asusta, ya no veras a la misma de hace dos meses, ya habrás también cambiado y otra mujer se habrá robado tu risa, me habrá robado; mis indecisiones me asaltan, me huyen amor, pero vienes y me abrazas fuerte  y estás.

Me duelen los ojos y poseo una obscuridad bajo ellos que son solo tuyas y de la poesía, solo tuyas y de la poesía. Amor mio ¿Cuantas noches nos separan? ¿Como se puede extrañar desde siempre? Desde siempre te he amado, todas las noches con otros hombres se me hacen fútiles, vanas, huecas, ya no me acuerdo de sus caras ni de sus manos. Me digo que podré sobreponerme pero es que en realidad no quiero, no quiero que se me olviden tus ojos, esos ojos café, tus manos niñas en mi pecho, tu voz rugosa que me atraviesa.

Se mueve una cortina y presiento que eres tu, que vuelves después de haber salido a por pan mientras destapo la cerveza que compramos, o más bien, la destapas, porque sabes que mi torpeza no me da para esas tensiones ligeras, amor, amor ¿Te has ido para que yo pueda escribirte? Si es eso por favor no lo hagas, quedate conmigo en mi noche, abrazame, que no hay nadie que me abrace, besame, escribeme...

Tuya Siempre

Jazz




06 marzo, 2016

RELATO DE CIERTA PARTE DE LA NOCHE DEL 6 DE MARZO



I


Supongo que escribo porque así me pienso en línea recta, o tal vez no, pero pienso mejor con las manos que sola, siempre estoy parafraseando o contando mal los chistes, mi torpeza es totalizadora. Ayer mientras departía con lo que Ospina llama los pocos buenos amigos de pronto se suscita una escena dantesca; un hombre corre por el camellón de los mártires  siendo  perseguido por dos policías, observo  divertida la graciosa danza, sudados, corriendo, pero  con cierto dejo de no querer alcanzarlo; los policías abochornados por que el otro corre, sudorosos, ridículos. Soy toda una carcajada y participo en el corrillo que estimula la escena, el director de esta película estoy  segura que es Buñuel.

Luego cruje la realidad, se desmorona el mito: el hombre, desde la profundidad de su caverna obscura pide ayuda, dice repetidamente SAL-VEN-ME; AYU-DA, SAL-VEN-ME; AYU-DA, ahora tengo en cámara lenta sus labios diciendo esas palabras, entonces volteo a observar a los demás compañeros de escena, observo sus caras, están detenidos por el cambio, por la transición, asombrados y mudos, sin forma alguna. No iban a ayudarlo. Ahora no tengo seguro porqué tome la decisión de ir a su auxilio; para mí me resultó una pulsión, vi en sus ojos miedo, sentí el terror absoluto que lo invadía, su sudar pegajoso y mortecino, una pulsión, un desconocimiento, un tiritar desde los huesos mojados por la violencia. 

De pronto me encuentro  aferrándome a ese hombre negro, lo abrazo tan fuerte que creo que voy a romperle las costillas, empiezo a suplicar los motivos por los cuales va a ser detenido, no hay respuesta, solo son ojos puntiagudos señalando, unas manos que forcejean, un odio que no sé muy bien de donde viene se, quiero soltarlo, hay otras personas que están mediando, tratando de llegar a una solución pacífica a todo este malentendido, sin embargo su voz es constante, su suplica inmisericorde: no me dejes solo, no me abandones, no me dejes solo, no me abandones, su terror que ahora es el mío y del cual intento huir nos une, danzamos desaforadamente, al unísono.

Luego el dolor, intenso, repetitivo en mi pie izquierdo, alcanzo a pensar que no es normal sentir el dolor con tanta intensidad y ritmo, una clarividencia: me están lastimando de manera intencional, busco como puedo de dónde proviene el dolor, un pie, unas botas, una cara que goza. No digo nada, pero me quedo con su cara tatuada en la retina. Nunca había  visto con tanto detalle: su color de piel, sus cicatrices, el color verde asco inundándolo todo. Accedemos finalmente a ser conducidos a la estación porque se había dado que mucha más gente se unió a la escena y se había formado una masa sólida, compacta de gente y debíamos aligerar la tensión. – Vamos –

Me  tranquilizo y un dialogo tierno se da entre los bailarines – Gracias- una mirada cómplice cierra nuestro trato. Le pregunto por qué huía y me dice: porque iban a requisarme y no entiendo. Me explica, que ha visto de cerca como meten merca a cualquier transeúnte para tener una productividad y que a mayor productividad mayor ascenso ósea más plata. Tiemblo.  En ocasiones la realidad supera a la ficción. Me asalta el entendimiento de lo desventajoso de la situación y acordamos  nos hacernos los huevones.

II

Wilson hace manifiesto el tono de ese carro y vomita, le digo que esté tranquilo, que era necesario.



III

La requisa en orden, ya pronto podremos irnos, estoy descalza y no entiendo muy bien por qué, me duele horriblemente.

Mientras, recuerdo con ardor la cara del hombresitoverdeviolento, le exijo su nombre, le digo incisivamente que sé lo que hiciste, tu y yo lo sabemos, como es posible ese placer tuyo ante mi sufrimiento, sabes hacer tus vainas perro, por supuesto entre tanta gente es normal que lo pisen a una,  lo hacías pero que no se viera que lo estabas haciendo, porquería. No niegues que eras tú, te vi, que me sé cada una tus arrugas, como sonríes, como debes de verte encima de la mujer que dices tener, te conozco,  aún no se tu nombre pero lo tendré, a tu imagen le asignaré el nombre que te corresponde hombrecillo, entonces su negativa insistente, mi indignación que me crece como espuma, que me aborda, que me inunda que me lo dé malparido que de esta no te salvas y un flash con los ojos cerrados, un chillido  en el oído izquierdo, no tengo opciones: me voy a hacer matar, este malparido me va a matar, lo agredo, nos gritamos, creo que lo muerdo y si no te mordí malparido te muerdo ahora hijueputa.

Wilson me dice que me tranquilice y  un trueque desigual se gesta, que se vaya señorita que acá vamos a ignorar que usted agrede a un oficial de la policía que eso da cárcel, si no dice nada de lo que acaba de pasar. No tengo el nombre.






IV


Ahora me siento abandonada, los brazos adoloridos, el pie sangrante, Wilson por fin sonríe, nos abrazamos y empezamos a caminar al lugar inicial, un dolor seguido de otro, una pisada fosforescente, y sus brazos en torno mío, consolándome, un silencio tierno nos circunda, estamos juntos y luego nos encuentran varias mujeres, un circulo se forma y  no hacen falta las palabras porque hay miradas cómplices en todos lados; sé que suena pretencioso pero ya las mujeres entendemos el mundo que la solidaridad se nos hace natural , la compasión y tenemos una absoluta perplejidad ante la violencia; Wilson me desmiente. Hay hombres igual o mucho más de compasivos y mujeres que no aman ni a los hijos. Encuentro que en todo tiene la razón, que son poca la gente que se solidariza ante el dolor y que actúa en coherencia al impulso. Le beso la mano. Gracias.